EN PIES DESCALZOS NO ENTRAN CALLOS. PEREGRINACIÓN DE MIHINTALE A ANURADHAPURA 1 NOV 14 By Adventur

La divergente estructura del amanecer arañaba la ociosa noche, cuando nuestros cuerpos descansados en las confortables camas, despertaron a un nuevo día. Por fin personas, por fin el cansancio quedo atrás, solo necesitábamos un reconfortante desayuno y un gran cafe en vena para dar lo mejor de nosotros mismos en esta inagotable naturaleza llena de sorpresas. 

Pero, nuestras mentes, sólo pensaban en la dura expedición a la que teníamos que hacer frente. La gran subida, las empinadas cuestas a las que pronto nos veríamos sometidos. El estrago estrabagante de los músculos inutilizados por la fuerza proyectada contra el suelo que impedía nuestro desplazamiento. Las escaleras de Mihintale: 1840 escalones que van a dejar nuestro ser destruido, sin poder organizarlo para el resto del día. 

La subida fue paulatina, y cuando pensábamos que había terminado, resulta que había terminado. No fue para tanto. El final del camino, era obligado descalzar nuestros pies, y continuar la visita, descubriendo la Stupa mas alta de Sri Lanka, un templo budista, y las precisas explicaciones de nuestro guía sobre el origen del budismo y unos arboles de mango ( que yo, particularmente no entendí, para mas detalles consultar en la wikipedia la historia de Sri lanka).

El recinto es bastante normal, pero es su ubicación y las vistas que se pueden contemplar, las que definitivamente te transportan a un posible estado de meditación. Eso sí , ni se os ocurra tomar una foto de espaldas al Buda, yo ante mi ignorancia lo hice y casi me montan un consejo de estado en medio del campo rodeado por una gran cantidad de milicia. 

El recinto es bastante normal, pero es su ubicación y las vistas que se pueden contemplar, las que definitivamente te transportan a un posible estado de meditación. Eso sí , ni se os ocurra tomar una foto de espaldas al Buda, yo ante mi ignorancia lo hice y casi me montan un consejo de estado en medio del campo rodeado por una gran cantidad de milicia. 

     El recorrido por la zona, nos llevo a descubrir las cuevas donde habitaban los mojes y la humildad en la que vivían y se recreaban.

     Finalmente, en el cambio de guía para visitar Anuradhapura, logramos responder a la duda que había germinado tras la visita pretérita ¿ Esa es la realidad del monje budista?

Descubrimos que era algo diferente, viviendo en otra localización, lejos del ruido y de las masas, y teniendo por sustento dos comidas al día, desayuno y comida, pues la cena evitaba la concentración y meditación en el mejor momento del día que era la noche; los monjes hacían del recogimiento y la pulcritud sus banderas. Las connotaciones del lugar, donde se buscaba cada resquicio para tener una visión de la naturaleza que abriera sus mentes, daban al enclave un espiritualidad y un tono rallado en lo mágico. 

Tres tortugas, una serpiente y una garza después ( lo digo de corazón, lo de las fotos es insufrible, como se le puede sacar una foto a un gusano que recta y mide unos pocos milímetros, y eso es el comienzo, imaginad el resto, ya os digo que esto va a tener mal fin…), nos dirigimos a la visita en bicicleta por la primera capital del Reino de Ceylán. 

Resulta, que nuestro guía local, nos lleva para alquilar unas bicis que se salían de presupuesto, y claro, nos negamos; pensando que había dentro del recinto más baratas. Pero, por desgracia no era así, así que nos vimos sometidos al traslado, no sin protestar, en coche con climatizador por los diferentes recintos. Que dura es esta vida del turista, lleno de inconvenientes!!!!!.

Tras ver unas ruinas de: comedores sociales (una arrocera enorme, que funcionaba con madera), una biblioteca, un juzgado donde se realizaba un intercambio de opiniones, pues la gente era tan buena que no existían prácticamente crímenes (en estos momentos se espera la construcción de un gran recinto carcelario, que daño ha hecho occidente, menos mal que esta vez fueron los británicos), y hacer unos cientos de “book” a un camaleón, un barajo, un loro, un árbol sagrado con ramas que eran soportadas por horcones de oro (o al menos lo parecían); terminamos el día comiendo en un lugar de comidas típicas, en el que cada plato estaba buenísimo pero del que no recordamos sus nombres. 

A todas estas dos tercios del tiempo lo pasamos descalzos, lo que en principio no viene mal, pero que al final se siente las duras esquirlas del granito como un cilício de piedra que traumatizaban mis huellas.